domingo, 3 de septiembre de 2006

Buscando comodidad.

En fin………….. Por fin salimos a bailar. Hicimos hora en el cine, haciendo nada, bueno conversando, no una escudo pero conversando. A las 11 partimos al primer lugar candidato. El Club Miel. Suena más bonito de lo que se ve por fuera. El ambiente se veía raro. Mucho tracher o punky (desde los 13 que no entiendo la diferencia).

Caminamos hasta el Bella y nuestro segundo local candidato era en Dardignac 50, horrible.
Y el 3er lugar, donde finalmente entramos, quedaba a un par de cuadras más al poniente, con luz ultravioleta en la entrada, inconfundible. Dos Lucas para las minas, los hombres gratis hasta las 12. Brillante idea preguntarle al cajero por el motivo, no para de hablar. Mientras una con la media mujer al lado esperando ansiosamente entrar pa puro darle besitos. Pero no, una se clava por la preguntita, una media hora de charla con el cajero.

Y así, entramos, la pasá por custodia, ya que una anda hueveado desde la mañana con el mismo bolso, valor.

Luego a sentarse en el segundo piso (feo el local como el solo), la ventaja se hacia más clara. Puros hombres, sin mujeres y tres pantallas rallando con Madonna.
Nos sentamos a puro darnos la bienvenida, besitos de todos los tipos, esos suavecitos, los tiernitos, los tímidos, los experimentales, los calientes…. Todos, todos, ricos, maravillosos.

Y como cual plancha tratando de regular el termostato. Hasta que llegó el momento de mover los pies en la pista de baile. Uf, tanto entrenamiento valió la pena. Pero lo que no tenia precio era verla bailar. Linda, suavecita, controlada, sin cartuchismos, hermosa, entretenida. La raja cacuca buena honda!

Pero el termostato se nos echó a perder. Decidimos ir en busca de nuestro destino, en uno de esos locales que te dan privacidad y comodidad a cambio de dinero.

A las 4 en punto partimos, mucho baile, mucho beso, era momento de entrar en verdadera acción. El único local conocido era al que habíamos ido la única vez en que ambas estuvimos juntitas en un sitio pagado. Me dolían muchísimo los pies, pero el dolor era espantable del puro entusiasmo por llegar. Con valentía enfrentaríamos la situación, entraríamos del brazo, dignas, con la frente en alto, uno dos tres!. Lo triste es cuando uno bromea diciendo “y si está lleno? Cagamos! Jajajaja”, siiiii ja ja ja Estaba lleno puh! Y hasta las 10 de la mañana. Sonamos. La pregunta clave era, desistimos? O le damos otro intento. En eso me acordé de otro local ubicado al lado de una consultoría de la U de chile (derecho). Nos faltó correr. No fuera el caso que estuviera lleno tb.

Al llegar a la entrada, lo mismo: con valentía enfrentaríamos de nuevo la situación, entraríamos del brazo, dignas, con la frente el alto, uno dos tres!. Y cual ley de Murphi, estaba lleno!!!! Esta vez un gordo que estaba afuera nos informó de la lamentable situación.

Tristes y cabizbajas a punto de partir con las ganas bajo el brazo (bajo el brazo?), recibo la orden de preguntarle al gordo si conoce otro lugar de características similares. Ahora ¿cómo hacer esa pregunta a un hombre que conversa en círculo con otros hombres??? Uf, me queda el recurso de siempre, tin tin (tocar el hombro y mirarlo con cara de niña buena), “disculpe, usted sabe de otro lug…” no alcancé a terminar y su sonrisa me hizo enrojecer. Una cuadra hacia allá y luego baja y dobla a la derecha, se llama Sahara.

Gracias!!!! La última opción. Ahora si era casi correr, putos tacos, putos locales llenos. Cómo no se me ocurrió que debíamos ir más temprano!

Llegamos. Ya se veía por el cartel, que faltaba otro que dijera “usese en caso de emergencia”. Subimos hacia la entrada y nos recibe una señora redondita. Las dos con nuestras caras de buenas personas. Tiene disponible? - Si nos dice, cuánto vale? - “para ustedes el doble” (vaya, por ser nosotras teníamos el beneficio de poder pagar el doble, a todo trapo no?), y nos explica que es porque como somos dos tenemos tarifa de piezas individuales para cada una (¿?????), después ella se pone muy nerviosa cuando aceptamos, agrega “van a querer pieza juntas? Porque ustedes….” Y hace un mágico gesto de frote de dedos que me hizo tener que contener la carcajada. Le paso mi carné, que por cierto acabo de recordar que no se me devolvió, y el dinero en tarifa especial para nosotras. Nos trae la “cortesía” y casi en sus narices cierro la puerta con pestillo.

Nos reímos mucho, aun, recordando el gesto de los dedos frotados.

Y ahí nos encontramos, cansadas y transpiradas por la travesía, en un cuarto con un ventilador pegado a la pared, una tele con 2 canales, TVN y Chilevision, con una cama con cobertor barato (por lo menos limpio y las sábanas tb), en alto una puerta corrediza de closet, adentro con un baño distribuido en forma dinámica y anatómica. Como de Cabaña de Playa echa a mano. Ordinario pero en cierto modo, cómodo. Por lo menos era un lugar para descansar, para quererse, para hacer cochinadas y por sobre todo, para dormir. El trato era hasta las 2 de la tarde de ese mismo día (ya eran las 4 am). Lo disfruté muchísimo, por primera vez resultamos en “algo”, por cierto muy placentero, por lo menos para mí. Algo que ver con la canción Sweet Dreams, algunos les gustar usar, a otros ser usado.

A las 11:45 recibimos el llamado, desalojo a medio día. Se notó el truco de “mi colega dejó anotado hasta las 12”. En fin baño rápido con jabón como Shampoo. Pa la calle lueguito, sin mi carnecito (que quizás en qué sucias manos está), a vagar por el mundo nuevamente.

El hambre pesa, cerca, el Mercado. De allá somos, acompañadas de un chupé y el infaltable pollo con papas. Guatita llena, caminar. Primera parada: el parque, que por primera vez nos alojó juntas en una sutil suerte de gustosa compañía. Segunda parada: El San Cristóbal, que a poco andar nos permitió adentrarnos en sus paredes de árboles y malezas, para robarnos mutuamente unos besitos y unos cariñitos. Para ver la caída del sol. Para descansar en esta errante etapa de nuestra No-Relación.

Ahí nos pilló el frió y la sed. Bajamos a recobrarnos con un mote con huesillos. Reímos y mucho. Luego para alargar el tiempo entre el ahora y la despedida, un café. Con una virtual escogida de departamentos de una revista Mercuriana. Y ahí se acabó todo. Una micro nos separó. Ella en su casa viendo con su madre Harry Potter y yo pensando en mi carné, que debo si o si recuperar mañana.

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